lunes, 28 de septiembre de 2009

MARIO PUZO/ LA OFERTA DE MARIO PUZO QUE NO PUDIMOS RECHAZAR


Cuando Mario Puzo (1920-1999) publicó hace 40 años El Padrino (Ediciones B), no imaginaba que también estaba pariendo un nuevo subgénero narrativo que prosperaría como la hierba silvestre en los jardines de la cultura popular.

Julio Aguilar, El Universal
Domingo 27 de septiembre de 2009, cultura@eluniversal.com.mx

Cuando Mario Puzo (1920-1999) publicó hace 40 años El Padrino (Ediciones B), no imaginaba que también estaba pariendo un nuevo subgénero narrativo que prosperaría como la hierba silvestre en los jardines de la cultura popular.

En las actuales historias sobre la mafia, ya sea noveladas o filmadas, aún se pasea el robusto espectro de Don Vito Corleone, un referente obligado incluso entre los mafiosos de carne y hueso.

De nuevo la realidad y la ficción se enfrentan en la vieja disyuntiva sobre ¿qué fue primero: el huevo o la gallina? Y es que hoy no queda del todo claro si El Padrino es un retrato fiel de una realidad que ya existía o si los capos encontraron en el libro y en la película un catálogo de usos y costumbres hasta entonces no tan extendidos que con el tiempo se convirtieron en folclore del gremio.

El realismo con el que está descrito ese submundo en el que gobierna la temida familia Corleone desde el principio dio qué pensar. Parecía que Puzo había decidido revelar a los estadounidenses una realidad en la que había nacido y crecido. Sin embargo, al poco tiempo de haber sido publicada la novela en 1969, comenzó a aclararse que el origen étnico del escritor sólo motivaba los prejuicios.

Puzo, nacido en Manhattan en 1920, era hijo de inmigrantes italianos pero no tenía un pasado sórdido ni, aparentemente, relaciones oscuras. De hecho, era un ejemplo de integración social para los jóvenes ítalo-americanos. Era un muchacho a quien su madre (la infaltable mamma) había educado con mano firme; ella no se cansaba de advertirle a él y a sus otros seis hijos que evitaran andar de callejeros porque afuera siempre pasan cosas malas. Y Mario obedecía.

En busca del best seller

Mario eligió el camino largo y duro para alcanzar el sueño americano porque no tenía muchas opciones. A diferencia de los Corleone, la suya era una familia modesta El padre, lejos de ser un macho alfa como Don Vito que empujaba a sus hijos para triunfar en el mundo, era un hombre irresponsable que un día cualquiera abandonó en medio de la jungla neoyorquina a toda su familia.

Como su padre, Mario trabajó en los trenes de Nueva York, después estudió y se hizo colaborador freelance en revistas donde contaba historias de la guerra.

Quería ser un escritor respetado y famoso. Publicó dos libros, uno de ellos fue el autobiográfico The Fortunate Pilgrim (traducido en Iberoamérica como La mamma), que le valió buenas críticas en 1964, incluso en The New York Times. A sus 44 años ya era un escritor con cierto reconocimiento, pero con ingresos modestos y una familia que mantener. Entonces, por primera vez planeó hacerse de dinero yéndose por el camino menos complicado : escribir con la intención de dar un golpe de ventas con un best seller, pero aunque ése es un camino relativamente corto para triunfar, desde luego nadie puede decir que sea fácil conseguir el objetivo. Es una idea descabellada que muchos han tenido pero pocos han concretado.

Con un modesto adelanto de 5 mil dólares, Puzo comenzó a investigar sobre la mafia y en 1969 publicó El Padrino. Fue un golpe rotundo. La novela se mantuvo 67 semanas en las listas de los libros más vendidos y poco a poco comenzó a editarse en todo el mundo. A estas alturas, ya es difícil saber cuántos ejemplares se han vendido, pero estimaciones de The New York Times calculan que más de 25 millones en todo el mundo.

Así, el padre de El Padrino comenzó a fundar su propio imperio en el que las historias sobre la mafia fueron la materia prima para explotar comercialmente en la literatura y también en el cine, donde Puzo comenzó a colaborar como guionista con Francis Ford Coppola para llevar la novela a la pantalla en 1972.

“Coppola ha hecho una de las más brutales y conmovedoras crónicas de la vida estadounidenses jamás concebidas dentro de los límites del entretenimiento popular”, escribió el entonces temido Vincent Canby en una crítica memorable para The New York Times. La sociedad Coppola-Puzo haría historia.

Los secretos de Puzo

“Me da vergüenza admitir que escribí El Padrino completamente a partir de la investigación. Nunca me reuní con un gángster. Conozco muy bien el mundo del juego pero nada más”, escribió Puzo en una de sus reiteradas aclaraciones sobre el origen de la novela y su relación con la mafia. Pero la ficción puede ser más real que la realidad y hay quien alega que Puzo no dijo la verdad y que se llevó a la tumba el secreto sobre sus fuentes.

Uno de esos suspicaces es ni más ni menos que Sammy El Toro Gravano, un mafioso que, a diferencia de los personajes de Puzo, de ficticio no tiene nada: durante años fue el segundo hombre fuerte dentro de la organización de los Gambino, una familia que controlaba diversos negocios ilícitos en Estados Unidos y que sólo pudo ser desmantelada por la justicia cuando Sammy Gravano decidió traicionar a su clan a principios de los años 90, aprovechando un programa de testigos protegidos. El golpe terminó con el encarcelamiento de John Gottti, a quien la prensa estadounidense dimensionó como el mafioso más importante después de Al Capone.

“Él posee toda la atmósfera, la forma como hablamos. La escena de la boda es tan real… Mi libro no es ni un gramo del suyo (…) Alguien tuvo que ayudarlo”, le dijo Gravano al reportero Geffrey Goldberg de The New York Times en una entrevista publicada en el año 2000, a propósito de El Padrino. Para entonces, El Toro había publicado en Estados Unidos Underboss: Sammy The Bull Gravano´s Story Of Life In The Mafia.

Desde algún lugar de Arizona donde residía bajo otra identidad, Gravano le explicó al reportero una serie de motivos por los que él estaba seguro de que Puzo conocía de primera mano el mundo de la mafia. Después de todo, él mismo, con una larga carrera en la familia Gambino y numerosos asesinatos en su historial, era un genuino experto en la materia…

Para puntualizar sus sospechas, Gravano puso como ejemplo al reportero la descripción de una escena de la película en la que Michael Corleone, sordo y cegado por el coraje, camina para castigar a un traficante. “Pues así me sentía cuando maté a Joe Colucci”, explicó.

Según sus revelaciones, ver la película le servía a Sammy como rito preliminar antes de salir a cometer alguna ejecución para la familia Gambino. De ser cierta tanta franqueza, el matón debió ver con esas fatales intenciones el filme de Coppola por lo menos en 19 ocasiones, de acuerdo con su historial policial

Los imitadores de carne y hueso

Para alguien como Mario Puzo que, según sus palabras, detestaba la violencia, las revelaciones de El Toro Gravano no serían el mejor cumplido a su obra maestra. ¿Pero el matón habrá dicho la verdad o sólo eran fanfarronadas? Lo más probable es que todo haya sido verdad. No hace mucho el reportero y escritor italiano Roberto Saviano contribuyó a dar luces sobre la recepción que los libros y los guiones de Puzo han tenido entre los mafiosos de su país, genuinos ahijados de su personaje.

“Los camorristas deben de crearse una imagen criminal que a menudo no tienen y que encuentran en el cine. Articulando la propia figura sobre una máscara hollywoodense reconocible, toman una especie de atajo para hacerse reconocer como personajes a los que hay que temer”, explica Saviano en su famosa novela Gomorra, el libro que le ha valido ser condenado a muerte por capos cuya corrupción, usos y costumbres fueron ventilados en el texto.

Según Saviano, la película de El Padrino se volvió un referente cultural para los mafiosos sicilianos que nunca habían utilizado la palabra padrino: “La palabra empleada para designar a un capofamiglia o a un afiliado ha sido siempre compare (es decir, compadre). Después de la película, sin embargo, las familias mafiosas de origen italiano afincadas en Estados Unidos empezaron a utilizar el término padrino en sustitución de los -ahora pasados de moda- de compare y compariello”, explicó el autor.

Al parecer, El Padrino también ha hecho escuela en el lenguaje de la mafia ítalo-americana, al menos eso afirma Sammy Gravano, quien dice que “te haré una oferta que no podrás rechazar” y “si tienes un enemigo, ese enemigo se convierte en mi enemigo”, no sólo son frases-cliché de la mafia sino parte de su código de conducta habitual.

Pero la imitación o reelaboración de la fantasía de Puzo va más allá del lenguaje. De nuevo según Saviano, un mafioso llamado John Gotti “quiso transformarse en una versión de carne y hueso de Vito Corleone. Incluso Luciano Liggio, boss de la Cosa Nostra, se hizo fotografiar resaltando la mandíbula como el capofamiglia de El Padrino”.

Sin embargo, hay algo en lo que Saviano está equivocado. El escritor italiano afirma que para crear a Don Corleone, el autor se inspiró en un boss siciliano llamado Alfonso Tieri, pero sobre este asunto Mario Puzo no dejó dudas al respecto: el modelo para crear a Don Vito Corleone fue Maria, su madre.

“Siempre que El Padrino abría la boca, oía la voz de mi madre (…) era maravillosa y guapa pero también bastante cruel”, recordaba Puzo. ¿Y quién puede dudar que ante una mamma italiana hasta Don Corleone puede parecer un personaje de guiñol?. A 40 años de la salida del libro, de lo que no cabe duda es de que aún hay muchos que quieren ser Vito Corleone.

Tomado de la Sección Cultural de El Universal, 27 de Septiembre de 2009

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